Rubén Olivares es uno de los históricos boxadores mexicanos por las glorias que obtuvo durante su carrera arriba del ring, pero su vida personal, como la de muchos otros ex peleadores, se llevó entre la oscuridad de las adicciones. Ahora, tras los tiempos en los que los golpes ahora quedan como un recuerdo.
En cuatro divisiones, el Puas dominó durante la década de los 70. Se consolidó en las categorías Pluma y Gallo por el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), ahora todo ello quedó en el pasado. Los cinturones de Olivares ya no brillan en las vitrinas, ahora bucan al mejor postor en el tianguis de la Lagunilla.
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Ingresó al Salón de la Fama en 1991 gracias a su carrera excepcional y esa conexión que tuvo con el público mexicano e internacional. Todo un personaje dentro y fuera de los encordados.
Recuerdo dos momentos memorables en mi carrera: Cuando gané mi primer campeonato del mundo (ante Rose) y, el otro, cuando ingresé al Salón de la Fama (1991). El primero, porque fue el primero después de tanto trabajar, se pierde hasta la vida arriba del ring. Y ahí nada más para que se den cuenta, el International Boxing Hall of Fame en Canastota, Nueva York, con Muhammad Ali y de ahí para abajo.
Ahora las batallas son otroas. Ya no tienen que ver con los guantes de los rivales. Sobrevivir se convirtió en la principal pelea para el Púas, que vive de lo que vende y gana de lo que el box le permitió quedarse.
El 'Puás' se retiró a los 41 años de edad (1988) con 89 triunfos (79 KO's) y 13 derrotas. Con ese historial tenía para vivir tranquilo el retiro, pero se vio obligado a rematar algunos de sus tesoros más preciados en el tianguis de La Lagunilla debido a sus deudas por despilfarrar el dinero.
El ex campeón vende su cinturón de campeón mundial (en un millón de pesos), su anillo del Salón de la Fama, entre otros artículos que logró rescatar Olivares. Además se toma fotos por $100 pesos.
Esa es la vida de una de las glorias del boxeo mexicano, a quien también alcanzó el lado oscuro de la fama, el dinero y las malas compañías.
FDR